Live In Hogwarts
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"Tiempo lleno de leyendas, ¿leyendas llenas de tiempo?"

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Mensaje  Mafalda Prewett Dom Ago 23, 2009 2:02 pm

Hola. Mientras estaba aburrida en mi habitación viendo como las agujas del reloj se iban moviendo, se me ocurrió la temática principal de esta historia. Antes de que lo leáis, os aclaro que se supone que esta historia se desarrolla al mismo tiempo que el sexto libro de la saga de Harry Potter, es decir, que dos de las chicas tienen dieciséis años, y las otras dos tienen quince. Espero que os guste y que me dejéis posts, sea cual sea vuestra opinión.

Disclaimer: Muchos de los personajes y lugares pertenecen a J.K.Rowling (existen excepciones).

Capítulo 1:

Era una tarde calurosa de primeros de septiembre. Cuatro amigas recorrían los terrenos de Hogwarts charlando animadamente.

- ¿Visteis cómo acabó? – iba diciendo una de las chicas mientras reía. – Ha sido genial. Eres increíble, Ginny.

La pelirroja que iba delante se volvió.

- No podía quedarme quieta.

- No hace falta que lo digas, lo hemos comprobado. – dijo otra de las chicas.

- No sé a vosotras, pero a mí el chico me ha dado un poco de pena. – confesó una rubia.

Las otras tres chicas miraron a la rubia con incredulidad.

- ¿Pena? – repitió una castaña y miró a una de sus amigas. – Hermione, ¿has oído lo mismo que yo?

- Pero Luna, si ha sido él quien se lo ha buscado por meterse con Ron. – le dijo Hermione a la rubia.

- Pero él no sabía que Ron es hermano de Ginny. Si lo hubiera sabido, estoy segura de que no hubiera dicho todo eso.

- Tienes que reconocer que Luna tiene razón en eso, Hermione. – dijo la castaña sonriendo. – Si lo hubiera sabido se habría callado, aunque solamente fuera para que Ginny no le echara una maldición de mocomurciélagos.

- Lo supiera o no, había insultado a mi hermano delante de mí.

- Sé que te lo llevo diciendo todo el camino, pero eres increíble, Ginny. – repitió la castaña riendo. – Por cierto, ¿no nos vas a decir qué hechizo era ése?

- Ya lo sabéis. Ha sido una maldición de mocomurciélagos. – dijo Ginny.

La castaña abrió mucho los ojos.

- ¡No puede ser! La maldición de mocomurciélagos no tiene ese efecto.

Ginny se encogió de hombros.

- Yo he pensado lo mismo, pero le he echado los mocomurciélagos.

- Es imposible que no te haya salido bien la maldición. Los mocomurciélagos son tu especialidad. – dijo la castaña pensativa.

- Esto… chicas, si no nos damos prisa para encontrar las flores para Hagrid, no llegaremos para la cena. – dijo Hermione rápidamente y echó a andar.

La castaña miró a Hermione varios segundos y entornó los ojos con una sospecha. Fue corriendo hacia ella y se puso delante de su amiga para detenerla.

- Hermione…

- ¿Qué pasa, Laura? – dijo Hermione sin mirarla a los ojos.

Laura se cruzó de brazos.

- ¿Hay algo que no me hayas contado?

- ¿Por qué lo dices? – le preguntó Hermione aún sin mirar a los ojos a su amiga.

- Lo que le ha pasado al chico parecía el efecto que produce la mezcla de dos hechizos.

- Ajá, ¿y?

- ¿Ocurre algo? – preguntó Ginny cuando las hubo alcanzado junto con Luna.

Laura descruzó los brazos.

- Bah, tonterías mías.

Hermione le dirigió a Laura una mirada de agradecimiento.

- Entonces será mejor que sigamos. – dijo Ginny.

Las cuatro chicas siguieron caminando hacia el bosque. Un rato antes, Hagrid las había pedido que le trajeran unas flores pequeñas, moradas y con espinas para alimentar a otra de sus criaturas. A las chicas no las hacía mucha gracia entrar en el bosque sin la compañía de un adulto, y si habían aceptado era por la amistad que le tenían al semigigante.

En cuanto entraron en el bosque, todo se quedó en silencio. Ya no se oía el canto de los pájaros ni el ruido del agua del lago. Las chicas siguieron un estrecho sendero mirando lo más lejos que podían para intentar encontrar la planta que Hagrid las había descrito.

Después de un tiempo, Laura distinguió unas pequeñas flores moradas que habían crecido pegadas a las raíces de un árbol. Se salió del sendero y fue hacia las flores. Sonrió con alivio cuando vio que ésas eran las flores que quería Hagrid.

- Chicas, ya las he…

No llegó a terminar la frase. Un rayo negro la cegó durante unos segundos. Laura sacudió la cabeza y cuando volvió a ver, miró lo más lejos que pudo, intentando encontrar el origen de ese rayo, y pronto encontró lo que buscaba. Detrás de unos arbustos, alcanzó a distinguir algo negro que emitía destellos.

- ¡Qué bien! ¡Ya las encontramos! – dijo Ginny, quien acababa de llegar al lado de Laura. - ¿Tienes la navaja, Laura?

Sin siquiera mirar a Ginny, Laura empezó a andar hacia los destellos que desprendía la negrura.

- ¿Adónde vas, Laura? – le preguntó Luna.

Laura se volvió hacia sus amigas.

- Hay algo ahí. – dijo señalando los arbustos hacia los que iba.

- Vuelve aquí, Laura. – le dijo Hermione. – Tenemos que volver al castillo.

- Pero ahí hay algo, Hermione.

- Precisamente por eso lo digo. El bosque está lleno de peligros. Será mejor que volvamos ya.

Sin hacer caso a su amiga, Laura siguió acercándose a los arbustos y los apartó al llegar a ellos. Abrió mucho los ojos por la sorpresa; no sabía qué había esperado, pero con seguridad no era lo que había. Podría haberse definido como un claro del bosque si no fuera porque en vez de hierba se extendía un suelo de piedra. Más concretamente, era un enorme círculo de piedra. En el centro del círculo había una escalera también de piedra que llevaba hasta un viejo arco con un velo blanco.

- Laura, tenemos que volver al…

Ginny acababa de llegar al lado de su amiga y se quedó con la boca abierta mirando el espectáculo; el velo blanco ondeaba como movido por el viento, a pesar de que no había ni una ligera brisa. Cada vez que se movía, dejaba escapar rayos negros en todas direcciones. Cuanto más tiempo llevaba contemplándolo, más lejos se sentía Laura de dónde realmente estaban. Era como si el viejo arco la atrajera. A sus oídos llegaban leves susurros que iban aumentando de volumen a medida que pasaba el tiempo.

- ¡Volved al bosque!

Laura sacudió la cabeza. El grito de Luna la había sacado del efecto al que había estado sometida. Por la confusión que tenían Ginny y Hermione, ellas habían sentido más o menos lo mismo que ella. Sin embargo, parecía que a Luna no le había afectado.

- ¿No has sentido nada raro, Luna?

Luna sonrió y señaló uno de los collares que llevaba.

- Además de servir como alimento, la piel de los plimpys de agua dulce posee cierta magia que te protege de los pensamientos que estén inducidos por un objeto.

- Será mejor que nos vayamos de aquí. – dijo Hermione sin ocultar su nerviosismo.

Laura volvió a mirar el arco sin poder evitar sentir cierta curiosidad. Ese arco la recordaba…

- Iros vosotras, pero yo me quedo.

- ¡Ni hablar! Laura, tú también vuelves con nosotras. – dijo Hermione rápidamente.

- ¡No lo entiendes, Hermione! He visto ese arco antes.

Hermione suspiró.

- Es igual al arco del Departamento de Misterios, el arco que se llevó a…

- No, Hermione.

Hermione la miró con extrañeza.

- Te digo que es igual al…

- Puede que sea igual, pero sé que no es por eso por lo que me parece familiar. No me preguntes cómo lo sé, el caso es que lo sé.

Laura se metió dentro del círculo de piedra yendo hacia el arco. En cuanto puso los pies en el círculo de piedra, sintió una sensación extraña. Era como si sus pensamientos conscientes se fueran evaporando, como si flotara. Subió lentamente la escalera sin poder dejar de mirar el velo blanco.

Cuando llegó a la parte superior, sintió como alguien la agarraba el brazo. Se giró con el corazón acelerado, pero se relajó al ver a Luna. Hermione y Ginny estaban detrás de ella. Al parecer, habían entrado a buscarla, pero las dos últimas parecía que no podían articular ni una sola palabra. Hasta Luna parecía estar empezando a ceder a las sensaciones que daba el arco.

- No creo que sea buena idea que estemos aquí.

Laura soltó todo el aire que había retenido. La frase de Luna parecía haber roto un poco el encantamiento del lugar. Al menos ahora sentía que podía hablar.

- Ya os he dicho que os vayáis, pero yo me quedo.

- Todas nos iremos. – dijo Hermione, que parecía que también había recuperado el habla.

- ¿Por qué te atrae tanto el arco, Laura?

Laura miró a Luna a los ojos. No podía explicarlo, pero cuando miraba el arco, sentía que tenía que acercarse, tocarlo y dejar que ocurriera lo que tuviera que ocurrir.

- No sé por qué, pero sé que tengo que acercarme, y eso es lo que voy a hacer.

No dejó de mirar a Luna a los ojos, y Luna la sostuvo la mirada. Debió de ver la determinación que tenía Laura a no irse de allí, porque la cogió de la mano.

- En ese caso, yo también me quedo.

- ¿Estáis locas?

Hermione parecía al borde de la histeria.

- Si vosotras os quedáis, yo también. – dijo Ginny después de un silencio de varios segundos.

- ¿Qué? - Hermione se giró hacia Ginny con los ojos desorbitados. – Nadie se va a quedar aquí.

- Entonces yo soy nadie. - dijo Laura volviendo a mirar el arco.

- Luna y yo también somos nadie en ese caso. – dijo Ginny terminando de subir la escalera y poniéndose al lado de Laura.

Hermione rodó los ojos.

- Está bien, yo también me quedo.

Laura se volvió de nuevo hacia el arco y dio los últimos pasos hasta quedar a solo unos centímetros de éste. Podía sentir algo invisible que no era viento que la rozaba la cara, algo caliente que se le extendía desde la cara hacia el resto del cuerpo.

Dio el último paso llegando a rozar el velo blanco. Al principio, creía que no iba a pasar nada; seguía en el mismo sitio y seguía notando la mano de Luna. Pero de pronto, sintió como sus pies ya no tocaban el suelo de piedra. Una niebla negra, caliente y espesa la cubrió. Sentía como si la absorbiera un remolino.

Instintivamente, le apretó un poco la mano a Luna, y se relajó un poco al notar como Luna la devolvía el apretón.

Finalmente, los pies de Laura se posaron encima de césped. Por lo inesperado que había sido, sus rodillas se doblaron y cayó al suelo. Luna cayó también a su lado y la soltó la mano.

Laura se puso rápidamente de pie y miró a su alrededor. Hermione y Ginny también habían caído al césped. Al elevar la mirada, Laura se relajó al ver el enorme castillo de Hogwarts, tan imponente como siempre.

Laura suspiró.

- Os juro que hubo un momento en que pensé que el arco nos transportaría a otro lugar, pero parece que seguimos en Hogwarts. Nada ha cambiado.

Aunque según podían comprobar seguían en Hogwarts, Laura no sabía lo equivocada que estaba en cuanto a sus últimas tres palabras.



¿Qué os pareció?

Besos

Laura


Última edición por Mafalda Prewett el Dom Ago 23, 2009 2:05 pm, editado 1 vez
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Mensaje  Mafalda Prewett Dom Ago 23, 2009 2:04 pm

Aquí os dejo el segundo capítulo.

Disclaimer: Muchos de los personajes y lugares pertenecen a J.K.Rowling (existen excepciones).

Capítulo 2:

- Puesto que ya te saliste con la tuya de acercarte al arco, supongo que ya no pondrás pegas a regresar al castillo.

Laura rodó los ojos.

- Sí, Hermione, regresemos al castillo.

Después de sacudirse el polvo de sus uniformes, las cuatro chicas subieron la empinada escalera de piedra que subía por la colina en dirección al castillo. Hermione iba la primera, dando grandes zancadas, como si tuviera prisa por ir a la biblioteca después de la cena, aún cuando Laura sabía que ésta no era la razón por la que caminaba así. Varios pasos por detrás de ella, Ginny y Luna caminaban lanzándose de vez en cuando silenciosas miradas. Laura iba la última, dando pasos cortos, pensando en el misterioso arco. Hermione tenía razón en que era muy parecido al arco que había en el Departamento de Misterios, el arco que se había llevado al padrino de Harry, pero ella sabía que no era esa la razón por la que le parecía familiar. Ese círculo de piedra… esos destellos negros… ese velo blanco… sabía que había visto ese misterioso arco mucho antes de esa tarde, mucho antes de la muerte del padrino de Harry.

Cuando se quiso dar cuenta, ya estaban en el vestíbulo del castillo. Alguien pasó como una exhalación por su lado y la empujó.

- ¡Eh! ¡Ve con más cuidado si no quieres que…!

Hermione puso los brazos en jarra mientras miraba con mala cara al chico. Pero, de pronto, Hermione abandonó la expresión de enfado para sustituirla por una de incredulidad, y no fue la única. Ginny y Luna tenían los ojos tan abiertos que parecía que se les iban a salir de las órbitas. Sin comprender por qué sus amigas estaban tan sorprendidas, Laura miró al chico.

Al instante se quedó tan abrumada como sus amigas. ¡No podía ser! Era prácticamente igual a… lo que podría significar que…

El chico, moreno y de pelo grasiento, le dirigió una mirada furibunda a Hermione, quien estaba entre él y la escalinata de mármol.

- Apártate de mi camino.

Hermione le miró con los ojos muy abiertos. En todo lo que Laura podía recordar, solamente Malfoy la había hablado así.

- ¿Qué crees que estás haciendo, Quejicus?

Laura se giró y vio a tres chicos que acababan de salir del Gran Comedor. Si antes se había quedado un poco sorprendida, ahora se quedó totalmente estupefacta. ¡No podía ser!

El chico que la había empujado hizo un movimiento rápido para sacar su varita, pero uno de los otros chicos la sacó antes y le apuntó.

- ¡Expelliarmus!

La varita del muchacho saltó por los aires y éste se quedó quieto.

- ¡Tragababosas! – volvió a pronunciar el chico.

El chico moreno que había empujado a Laura cayó hacia atrás por el impacto del hechizo. Desde el suelo, parecía querer articular alguna palabra, pero cuando abrió la boca sólo salió una babosa que resbaló por su túnica hasta llegar al suelo. Hermione y Ginny no pudieron evitar poner cara de asco.

- ¿Acaso creías que te ibas a meter con unas chicas e ibas a salir bien? – el moreno que le había echado el hechizo soltó una risotada.

El chico de pelo grasiento intentó lanzarse hacia un lado para acercarse a su varita, pero otro de los chicos le apuntó con la varita sin pronunciar una palabra. Al instante, el chico quedó colgado en el aire por el tobillo como si estuviera sujeto por un hilo invisible. El chico moreno se giró hacia su amigo y rió.

- Muy buena, Pad… Sirius.

Laura volvió la cabeza rápidamente hacia el chico que aún tenía levantada la varita. ¿Sirius? Laura empezó a pensar que a lo mejor cruzar el arco sí que había tenido sus consecuencias… pero dejó de pensar cuando su mirada se cruzó con la del chico. Sus ojos grises la hipnotizaron y la absorbieron, impidiéndola pensar en nada más.

- Malditos… - farfulló el chico que aún estaba en el aire, y al abrir la boca una babosa saltó por el aire y aterrizó sobre la barandilla de la escalinata.

Esa palabra bastó para que Laura volviera a la realidad, si a eso se le podía llamar realidad. Bajó rápidamente la mirada contemplando las losas del suelo con un especial interés.

- Imbéciles… - volvió a farfullar el que, según las suposiciones de Laura, era Snape.

Los otros tres chicos le miraron con seriedad.

- Pr… James, me parece que no ha tenido suficiente. – dijo Sirius sonriendo de forma maliciosa.

- Estoy de acuerdo contigo, Sirius. – murmuró James también sonriendo.

- Umm… en ese caso…

Sirius volvió a levantar la varita. Laura no supo qué fue exactamente lo que la impulsó; siempre había odiado por encima de todo a su profesor de Pociones, a ese ex-mortífago que fingía estar de parte de Dumbledore, a ese hombre que no hacía más que desfavorecer a los alumnos que no pertenecían a Slytherin. Sin embargo, se adelantó y se interpuso entre Sirius y Snape.

Sirius la miró con sorpresa.

- Pero ¿qué haces? Quítate de en medio.

Laura no se movió ni un ápice. Sirius mantuvo la varita levantada unos segundos y después la bajó.

- ¿Acaso eres de Slytherin?

Laura le miró sin comprender. ¿Cómo podía creer Sirius que ella estaba en Slytherin si en su uniforme llevaba la insignia de Gryffindor? Laura bajó la mirada y se quedó aún más sorprendida que antes cuando vio que en su uniforme no había ninguna insignia, de ninguna casa. Miró a sus amigas y vio que ellas tampoco llevaban ninguna insignia.

- … No. – respondió al fin.

- Entonces, ¿por qué le defiendes? – la preguntó Sirius, que parecía confuso.

Laura sintió como la empezaba a hervir la sangre. No la gustaba para nada que creyeran a una persona capaz o no capaz de algo sólo por la casa a la que pertenecía.

- ¿Qué tendría que ver la casa a la que perteneciera? El Sombrero Seleccionador te selecciona por tus habilidades, y que yo sepa no tiene como requisito que los alumnos que no vayan a Slytherin no ayuden a los de esa casa.

Sirius, James y el que debía de ser Peter la miraron con incredulidad. Y no eran los únicos; Ginny y Hermione la miraban con los ojos muy abiertos, ya que sabían que ella había sido la primera en criticar a los de Slytherin por pertenecer a la casa que llevaba Snape. Incluso Snape, aún colgado en el aire y escupiendo babosas de vez en cuando, la miraba con sorpresa. Luna era la única que la miraba con normalidad, cosa que a Laura no la sorprendió. Se necesitaba algo muy fuerte para que Luna perdiera su aire despreocupado.

- ¿Qué está pasando aquí?

Laura miró hacia la escalinata y vio a una chica pelirroja de Gryffindor que llevaba una insignia con una “P”. James la sonrió.

- Hola, Lily. – dijo en un tono suave y que pretendía ser seductor.

La chica puso los brazos en jarra.

- Evans para ti, Potter, que no se te olvide. ¿Ya estáis otra vez gastando bromas a la gente? ¿A quién ha sido ahora?

Lily miró hacia Snape un segundo y después apartó la mirada. Laura no sabía si lo había imaginado, pero había creído ver una expresión de dolor en los ojos verdes de Lily.

- Diez puntos menos para Gryffindor, y la próxima vez se lo diré a McGonagall. Por cierto, si no es indiscreción, ¿quiénes sois vosotras? No recuerdo haberos visto antes por aquí.

Laura miró de reojo a sus amigas. ¿Qué podían decir?

- Eh… acabamos de llegar. – murmuró Hermione, que parecía nerviosa.

- ¿De dónde? – preguntó Lily con curiosidad.

- De Norteamérica. – se le ocurrió a Laura de pronto. – Oye, ¿podrías llevarnos al despacho del director? Estamos un poco cansadas por el viaje y queremos acomodarnos lo antes posible.

Lily sonrió y señaló su insignia.

- Pues claro, para algo soy prefecta.

- Coincido contigo en que eres perfecta, Lily. – la dijo James continuando con su tono seductor.

Lily rodó los ojos.

- Y tú eres un olvidadizo, Potter. Has vuelto a olvidar que para ti soy Evans. Bueno, os llevaré al despacho del director.

Lily empezó a subir por la escalinata. Ginny, Luna y Hermione la siguieron, pero Laura se quedó plantada dónde estaba mirando a Snape, quién seguía colgado por el tobillo. Sabiendo que ninguno de los merodeadores que aún estaban ahí le ayudarían, sacó su varita y le apuntó. Al instante, Snape cayó al suelo. Laura volvió a guardar su varita y sin volver la vista atrás fue detrás de sus amigas.

- Ya sé que me habéis dicho que venís de Norteamérica, pero ¿de qué escuela?

- Del Instituto de las brujas de Salem. – respondió Laura en un tono convincente.

- Vaya, he oído maravillas de ese instituto. – murmuró Lily. – Es el mejor de toda América, ¿me equivoco?

Laura sonrió.

- Para nada, pero nosotras hemos oído que Hogwarts es una de las mejores escuelas de Europa.

- Sí, eso dicen.

- Esto… ¿ese chico te ha llamado Lily?

Lily se detuvo.

- Vaya, lo siento, se me olvidó presentarme. Qué olvidadiza soy… ¡No! No soy olvidadiza, simplemente… Bueno…

Lily parecía muy nerviosa intentando explicarse.

- Tranquila, Lily. Tampoco es para tanto. – la dijo Hermione.

Lily se mordió el labio.

- Me acabo de definir con la misma palabra que he definido a Potter. Para mí sí es para tanto. Bueno, ¿y vosotras cómo os llamáis?

- Hermione…

- … Becket. – interrumpió Laura rápidamente a Hermione. – Y yo soy Laura Swan.

Lily miró a Ginny y a Luna.

- Ginny… Watson. – se presentó Ginny.

- Luna Higgins. – dijo Luna en su tono despreocupado de siempre mientras miraba todos los detalles; aunque era el mismo castillo, había muchas diferencias con respecto al Hogwarts que ellas conocían, aunque éstos eran mínimos.

De pronto, Laura cayó en la cuenta de algo. Iban a ver a Dumbledore. ¡A Dumbledore! Ella siempre había tenido un talento especial para inventarse historias sin que se notara que no eran reales, talento que había utilizado en muchas ocasiones para librar a los gemelos Weasley de algunos castigos. Era perfectamente capaz de inventar una historia sin contradicciones en un periquete, pero… ¿engañar a un genio como Dumbledore?

- Esto… Lily, si tienes algo que hacer, no tienes por qué dejarlo por nosotras. Podemos preguntarle a… un cuadro para que nos indique el camino. Para nada queremos retrasarte.

- No tengo nada que hacer.

Laura sintió como se revolvía su estómago. No podían presentarse ante Dumbledore sin haber hablado antes entre ellas, cosa que no podían hacer con Lily delante.

Pero parecía que la suerte estaba de su parte en ese punto.

- ¡Lily!

Las cinco chicas se volvieron y vieron llegar corriendo a una chica.

- ¿Qué pasa, Mary? – la preguntó Lily.

- Alguien ha tirado bombas fétidas en la conserjería y en todo el pasillo.

Lily entornó los ojos, como si sospechara algo. Después se giró hacia las cuatro amigas.

- Disculpad, pero tengo algo que hacer. Ya nos veremos más tarde.

Lily bufó y se fue con Mary. Cuando las dos hubieron desaparecido por el pasillo, Laura echó a andar dando grandes zancadas y abrió la puerta de una de las aulas. Después de comprobar que Peeves no se encontraba en su interior, les hizo señas a sus amigas para que entraran y cerró la puerta con un movimiento de su varita.

- ¿Sabéis qué es lo que ha ocurrido, verdad?

- Hemos vuelto atrás en el tiempo. – murmuró Hermione.

- A la época en la que los padres de Harry aún estudiaban en Hogwarts. – completó Ginny.

- Y cómo lo que hagamos aquí podría alterar el futuro, no podemos contar con la ayuda de Dumbledore. – razonó Luna.

Hermione miró a Luna con horror.

- ¡Oh, no! ¡Tienes razón! ¡No había caído en eso! ¿Qué hacemos ahora?

- ¿Tranquilizarnos, para empezar? – sugirió Ginny.

Hermione miró a Ginny abriendo mucho los ojos.

- Hemos vuelto al pasado por la culpa de un viejo arco y no sabemos cómo volver a nuestro tiempo, ni siquiera si podremos volver, y tampoco podemos contar con la ayuda de Dumbledore. ¡Y tú quieres que me tranquilice!

- Ginny tiene razón. – la defendió Laura. - Ponernos nerviosas no va a ayudar en nada.

Su tono sonaba muy firme comparado con lo que sentía en verdad; entendía a la perfección como se sentía Hermione y su nerviosismo.

- No sé cómo volveremos - continuó Laura luchando para que su voz siguiera sonando firme -, ni si podremos volver, pero sí que sabes, Hermione, que no podemos decirle nada a Dumbledore. Eso podría alterar el futuro, eres la que mejor lo sabe. Tan sólo una pequeña acción puede cambiar por completo el futuro, incluso puede que tan sólo nuestra presencia ya lo altere drásticamente.

Las chicas guardaron silencio durante un minuto, cada una inmersa en sus pensamientos.

- ¿Qué vamos a hacer? – murmuró Luna.

- No podemos quedarnos aquí, en esta aula, esperando a que nos devuelva alguien a nuestro tiempo. – dijo Ginny.

Laura se alejó de sus amigas y se asomó por la ventana del aula, contemplando los ya oscuros terrenos. Intentó ordenar sus ideas.

- Iremos a hablar con Dumbledore.

- ¿Qué? – dijo Hermione. – Pero si acabas de decir…

- Hablaremos con Dumbledore, pero no le contaremos nada de esto. Seguiremos con la historia de que hemos venido de Norteamérica para estudiar aquí. Luego ya veremos cómo volver a nuestro tiempo. Tiene que haber alguna forma…

- ¿Vamos a ser capaces de engañar a Dumbledore? – preguntó Ginny alzando las cejas.

Laura suspiró.

- Tenemos que hacerlo. No tenemos otra opción.



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